

Descubra más de Community Builders por María Sajim
Hola, community builder 👷🏻♀️:
Hace un año que envié la primera edición de esta newsletter. Y, ¡uf! Qué vértigo y qué bonito pensar todo lo que ha pasado desde entonces.
Me siento muy agradecida a:
💫 mi compromiso con vosotros/as por «hacerme pensar» cada dos semanas.
💫 quienes casi me obligasteis a sacarla.
💫 a ti que me lees.
💫 a ti que me compartes.
En serio, gracias.
Quería hacer una edición un poco más especial. Más personal pero que te aportase algo.
Así que viendo que algunas de las personas que se unieron a mi curso están pensando en crear comunidades en entornos offline —algo que me emociona y me da respeto a partes iguales— me ha parecido buena idea contarte la primera comunidad a la que me uní hace justo 20 años.
¡Vamos!
Algo más que un club de baloncesto: una comunidad 👷🏻♀️
Quizás alguna vez me has escuchado decir que las comunidades nos ayudan a sobrevivir.
Y a mí en particular siento que son tres las comunidades que me han ayudado a esto:
El club de baloncesto donde jugaba: me ayudó a sobrevivir como adolescente.
El colegio mayor al que fui: me ayudó a sobrevivir en una ciudad que no era la mía y sin mi familia.
SinOficina: me ayuda a sobrevivir como freelance.
A todas les tengo especial cariño. Pero —quizás porque la adolescencia realmente es un periodo complicado— al club de baloncesto donde jugué le guardó un hueco especial en mi corazón.
—Pero María, ¿un club de baloncesto es una comunidad?
Un club de baloncesto puede ser una comunidad pero no todos los clubes de baloncesto son comunidades.
Aunque yo tuve la suerte de estar en uno que sí lo era: AD Infante.
Y te cuento por qué así lo creo intentando «desgranar la comunidad».
El origen 🌱
¿Qué personas queremos reunir?
Te diré que esta parte me encanta porque, aunque seré breve, me va a permitir introducirte a la figura más importante de esta edición y primer community builder —aunque no sé si él lo sabía— que conocí en mi vida: Federico Aliaga.
Allá por 1992, Fede —profesor de literatura— juntó a diez chicas de un colegio público con unos cuantos balones de baloncesto y se pusieron a entrenar. Unos años más tarde ya empezaron a llegar niñas de otros colegios, llegando a federarse, e incluso añadiendo algunos equipos masculinos.
Sin apenas recursos.
Pero dándole la oportunidad de jugar a unas niñas que por aquel entonces no lo tenían nada fácil.
—Y María, ¿tú por qué elegiste jugar allí?
Porque estuve desde los 8-10 años jugando a baloncesto en unas escuelas —que le pillaban a mis padres cerca de casa— donde la mayoría del tiempo yo era la única niña. Donde no tenía referentes femeninos más que lo que veía por la tele.
Cuando con 11 años les dije a mis padres que quería jugar partidos y federarme, barajé mis opciones y la idea de un club donde se priorizaba el baloncesto femenino —aunque tuviese equipos masculinos— fue música para mis oídos.
Yo no era del todo consciente —pero quizás mis padres sí— de que esa decisión que implicaba coger un autobús de cuarenta minutos de ida y otros tantos de vuelta, me iba a permitir juntarme con niñas de otros barrios, de otros colegios y de alguna manera abrir un poco mi mente de niña/adolescente.
Friendly tip: A veces nos empeñamos en tener perfiles genéricos para atraer a nuestra comunidad a más gente pero si nos dirigimos a un perfil muy concreto al que le resuenen nuestros valores, estos van a estar mucho más comprometido.
El propósito 🪁
¿Qué pueden hacer mejor estas personas juntas que separadas?
Imagino que llegados a este punto ya te imaginarás que apuntarte a un deporte de este estilo en la adolescencia no tiene nada que ver con simplemente estar en forma o —como piensan algunos progenitores— ganarte la vida en el futuro jugando.
El interés que nos une es jugar al baloncesto.
—Pero, ¿qué os hacía volver?
Tener un espacio seguro y saludable donde pasarlo bien y divertirnos.
—Y, ¿cuál era el rol del baloncesto en vuestras vidas?
Inculcarnos valores de responsabilidad, equipo, liderazgo, disciplina, confianza, salud, compañerismo a niñas de entre 8-18 años.
Ahí es nada.
Siempre me acordaré de una frase que Fede nos decía y que algunos de mis sinoficiners me han escuchado:
«El baloncesto es lo más importante de lo menos importante»
Donde por supuesto lo más importante era: la salud, la familia y los estudios.
Y esto no son cosas que se dicen sin más y se dejan ahí. Dicen por ahí que los valores no son valores si no te cuestan nada.
Hay dos anécdotas, de muchas, que se me quedarán grabadas siempre y que reflejan esto:
🔹 El día que llegamos a jugar un domingo por la mañana y dos compañeras del equipo tenían chupetones en el cuello y la charla previa al partido no fue sobre las jugadas que íbamos a hacer o sobre cómo eran las rivales.
Fue sobre autoestima y confianza en una misma y no solo en la pista de juego.
Ya os digo que otra persona no se habría metido en ese jaleo pero Fede entendía perfectamente el propósito del club y de estar ahí.
🔹 Fuimos a jugar un torneo a Ibiza en segundo de Bachillerato. Y en el ferry de camino tampoco hablamos de cómo íbamos a enfrentarnos a los partidos sino que —como teníamos la suerte de que la otra pasión de Fede era la literatura— estuvimos todo el viaje hablando sobre el libro de «La casa de Bernarda Alba» que salía en selectividad ese año.
Un espacio seguro 🦺
Lo que yo sentía cuando iba a entrenar es que era un espacio seguro.
Y pensándolo ahora, desde lo que sé como community builder, considero que hubo dos puntos claves para que esto ocurriese:
1️⃣ Fede nos conocía y ofrecía su ayuda.
Le leí a Encarni Parreño —una de las jugadoras que empezó con él que luego se convertiría en entrenadora y que también se esforzaba por crear esta comunidad— en un comunicado sobre Fede:
«Era una persona que se implicaba al máximo y nos ayudaba a tomar decisiones importantes en nuestra vida. Siempre estaba dispuesto para echarnos una mano en todo lo que necesitáramos”
Puedes ir, entrenar y volverte a tu casa. Y eso está bien.
Pero también puedes preocuparte genuinamente por tus jugadoras.
2️⃣ Empoderar desde la confianza.
Estuve desde los 11 a los 18 años en este mismo club. Y por supuesto no siempre me entrenó Fede. Tuve magníficos entrenadores y entrenadoras como Encarni o Antonio.
Pero de alguna forma, Fede era esa figura omnipresente que sabías —y te demostraba— que te estaba apoyando.
Nos decía en una comunicación:
«No sé quien os entrenará la temporada próxima, yo no, pero quiero que seáis importantes en vuestros equipos y quiero disfrutar de vuestro juego cuando baje a veros»
Para que te hagas una idea te dejo además un ejemplo de un email que recibí una temporada que él no me entrenaba y yo no estaba en mi mejor momento deportivo:
«No quiero que te preocupes porque estés pasando un bache en tu juego, eso es normal en los deportistas. […] Ten paciencia y piensa que Antonio confía en ti y que quiere que juegues como lo hacías la temporada pasada conmigo. […] Quiero que vuelvas a ser mi María del año pasado y no dejes que nadie te venza y desanime»
Por no alargarlo mucho más, te diré que si a todo esto le sumamos:
👉🏻 Tantísimos hábitos que se pueden implementar y casi ritualizar para conectar con tu equipo y con los de otras categorías dentro del mismo club: pretemporadas, torneos, previas y post partidos, fiestas de guardar,…
👉🏻 Y un sentimiento de pertenencia que potenciar: jugar bajo un mismo nombre, una misma equipación, unos mismos colores y un mismo grito.
Estoy segura de que muchísimos clubs se podrían convertir en buenas comunidades de las que merezca la pena formar parte.
Federico Aliaga, nuestro Fede, falleció el año pasado y yo quería también que esta edición fuese mi forma de homenajear lo que hizo por nosotras.
Creo que no hay mayor recompensa en nuestro trabajo, como community builders, que saber que hemos impactado de forma tan positiva en los miembros de nuestra comunidad.
Os dejo con uno de los poemas que he rescatado de uno de los emails que nos mandaba para informarnos de los entrenamientos de la semana:
Hola a todas. Hoy quiero que vayáis conociendo un poeta; se llama Ángel González y murió en enero de este año.
Sin ti la poesía
ya no me dice nada,
y nada tengo que decirle a ella.
La única palabra
que entiendo y que pronuncio
es ésta
que con todo mi amor hoy te dedico:
nada.
Es un poeta algo pesimista […], pero yo no quiero renunciar al reconocimiento de esa realidad; además a vosotras os vendrá bien para poder contrastar con la etapa floreciente y esplendorosa que vivís.
Gracias por todo, Fede.
Eso es todo por esta edición. Espero de ❤ que te haya inspirado y que estés más cerca de crear una comunidad sana y sostenible.
Abrazo y feliz día,
María Sajim 🦩